En Navidad, jamón del bueno

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Se acerca la Navidad. De hecho, está ya tan cerca que ya huelo los dulces, los turrones y las peladillas y me queman las manos todos los fines de semana porque tengo tantas ganas de sacar los adornos que tengo que contenerme para esperar un poco más, aunque a veces pienso en que nadie debería meterse con otra persona por decorar si vivienda cuando le dé la gana ¿o no? Lo que pasa es que igual mis vecinos me miran mal si el 1 de noviembre saco ya el Papá Noel al balcón.

Cuando llegan estas fechas tan entrañables mi casa se llena de permisividad. Obviamente hay normas que nadie se puede saltar, y los niños menos aún. Ser respetada por tus hijos es lo principal siempre y si cuando llega un momento especial les dejas hacer lo que les da la gana la cosa se complica mucho. No obstante, sí que hay cierta permisividad que otros días del año no vemos en casa, sobre todo en lo concerniente a la alimentación.

En la lista de la compra de mi familia no tienen cabida ni los refrescos, ni los dulces, ni los alimentos ultraprocesados, eso lo sabemos tanto los adultos como los niños. ¿Significa eso que mis hijos jamás comen dulce o que jamás se hacen un bocadillo de jamón serrano? Obviamente no. Si nos sentamos un sábado por la mañana y nos tomamos un aperitivo en la terraza del bar del barrio nosotros nos tomamos una cervecita y ellos pueden tomarse un Nestee a medias, por ejemplo, y si nos tomamos un plato de jamón serrano y queso a modo de tapa nos sabe a gloria.

Lo mismo ocurre en verano, cuando nos sentamos en la heladería y nos tomamos una buena copa de helado o un limón granizado. Y es que no tiene nada de malo que un día tomes algo que te apetece tomar pero como no puede formar parte de tu dieta jamás deberías tenerlo en casa, así de sencillo.

Pero en Navidad todo cambia, porque en Navidad compramos turrones, mazapanes, y desde hace un par de años también solemos comprar este jamón 100% ibérico online de Iberjagus. Ahora algunos se llevarán las manos a la cabeza preguntándose eso de ¿es que el resto del año no tomáis jamón? Pues para todos esos que se hacen esta pregunta les diré que sí, comemos jamón, pero en su justa medida.

Si comprásemos jamón serrano, jamón york, lomo de caña, chorizo y salchichón todas las semanas para hacernos bocatas a la hora de la merienda como sí hacen muchas familias estaríamos yendo en contra de nuestra filosofía alimenticia, y es que lo queramos o no, todo el embutido es un ultraprocesado.

Lógicamente no es lo mismo comerse una loncha de jamón ibérico que, en teoría, solo lleva jamón de cerdo, sal y poco más, que un chorizo repleto de especias y conservantes donde, además, es difícil diferencias qué tipo de carne lleva prensada dentro de la tripa que compone todo el chorizo completo, pero aun así siguen siendo carnes ultraprocesadas y como bien dicen los expertos no se pueden consumir a diario, aunque en el imaginario español se piense que nuestros productos son un auténtico manjar y una auténtica maravilla.

Aunque en realidad podríamos decir que sí lo son, y por eso hay que saborearlos cuando toca, como los deliciosos pasteles o las fantásticas tartas de cumpleaños. ¿Os imagináis a alguien tomando pasteles de merengue y chocolate todos los días? Pues esto es lo mismo.

Efectos de la salud al consumir embutidos

Tal y como nos explican en Mejor con Salud, si bien los conservantes mejoran el aspecto de los embutidos y otros alimentos, algunos pueden ser responsables del desarrollo de diversas enfermedades y efectos negativos en el organismo.

Este tipo de conservas cárnicas están fabricadas con recortes y sobras de animales ricos en grasas. También contienen añadidos químicos que son los que hacen que su vida útil aumente y siempre luzcan frescos pero, según varias investigaciones, pueden tener un efecto negativo en el organismo cuando se incluyen de forma habitual en la dieta.

Para hacer los embutidos, los restos triturados de animales como el cerdo, la vaca o el pollo, e mezclan con condimentos, conservantes, azúcar, agentes de curado, colorantes y otros ingredientes para al final formar la carne fresca que se vende en el mercado.

La revista científica BMC Medicine confirma que una dieta que incluye el consumo frecuente de embutidos aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, cáncer y hasta muertes prematuras.

Asimismo, científicos de la Universidad de Harvard analizaron varios estudios y descubrieron que basta con consumir 50 gramos de carne procesada al día para aumentar el riesgo de diabetes y enfermedades del corazón.

Además, contienen ingredientes como jarabe de maíz, sal (demasiada), azúcares (como lactosa, dextrosa, glucosa, o almidón), ácidos y conservantes, etc.

Y de nuevo nos hacemos la pregunta del millón: ¿entonces no puedo volver a comer un bocadillo de lomo de caña con aceite en la vida? Pues por supuesto que sí, pero sabiendo lo que estás comiendo (siendo consciente de ello) y, si no quieres pasarte, haciéndolo solo de vez en cuando.

No obstante, también hay grados de lo que es saludable o no dentro de los embutidos y, como hemos mencionado antes, no es lo mismo comerse una loncha de jamón serrano que una loncha de mortadela. El jamón ibérico posee altas cantidades de grasas pero éstas son grasas buenas, las monosaturadas, que ayudan a regular los niveles de colesterol. Y la pechuga de pavo, por ejemplo, contiene proteínas de alta calidad, potasio, fósforo, hierro y otros minerales.

Por eso, y porque en casa nos encanta el jamón ibérico, cuando llega Navidad compramos una buena pata y nos la vamos comiendo durante todas las fiestas. Luego, el resto del año, no solemos comprar jamón serrano, aunque de vez en cuando sí lo consumimos como tapa en algún restaurante o bar, y es fantástico.

Los peores embutidos del mercado

Según la OMS, hay que evitar el consumo de alcohol, tabaco, y carnes procesadas pero, sobre todo, de los siguientes embutidos o carnes ultra procesadas:

  • Sobrasada: elaborado a base de carne, grasa, pimentón y especias y curado en tripa contiene hasta un 70% de grasas en forma de tocino, una cifra muy superior a la de otros embutidos, de las cuales un 24% son grasas saturadas.
  • Salchicas: Estas contienen “un 30-35% de grasa, otro 30-35% de carne y el resto son nitratos y nitritos, aditivos considerados potencialmente peligrosos que deberíamos evitar.
  • Salchichón: Contiene 438 calorías por cada 100 g y unos 40 g de grasa, de los cuales 12 g son saturadas. Además de su gran cantidad de grasas saturadas y de su posible relación con la incidencia de cáncer colorrectal, como señala la OMS, tanto el salchichón como otros embutidos tienen el problema añadido de que suelen contener grandes cantidades de sal.
  • Fiambre de pavo y pollo: suele contener aditivos, sales añadidas, fécula de patata o proteína de soja y si revisamos los ingredientes nos encontramos con que en muchos casos apenas si alcanzan un 50% de carne.
  • Mortadela: en muchos casos no llega ni al 50% de carne, y el resto son féculas, aditivos y grasas (25 g en total, de los cuales 10 g son grasas saturadas). Teniendo en cuenta que la OMS recomienda que el consumo de grasas saturadas no exceda el 10% de la ingesta total de calorías, es fácil superar esta cifra si optamos por este tipo de embutido, extremadamente calórico y con un porcentaje muy elevado de este tipo de grasas.
  • Chorizo: se elabora con la tripa del cerdo o ternera, también pueden contener otras carnes rojas, como aves, vísceras o subproductos cárnicos como sangre. El chorizo contiene unas 350 calorías por cada 100 g, con un 40% de grasa y cerca de un 12% de grasa saturada. Tiene, además, hasta doce veces más sodio que la carne fresca.

Después de saber todo esto, si quieres comerte un buen bocata de chorizo con aceite de oliva, puedes hacerlo, siendo verdaderamente consciente de lo que estás comiendo (aunque yo te aconsejo más un bocata de jamón serrano con tomate y aceite de oliva virgen extra). Lo importante es saber lo que estamos comiendo, que no nos tomen por tontos, y si decidimos llevar una dieta saludable, saber que podemos comer de todo en su justa medida, ni más ni menos. Y por supuesto, un dulce de vez en cuando o una cervecita no mata a nadie, y menos en Navidad.

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