Las sorpresas, sobre todo las de cumpleaños, suelen ser los regalos por excelencia para pequeños y no tan pequeños desde tiempos inmemoriales, y es que por muy bueno que pueda ser un obsequio material, no se compara con orquestar un momento especial que el homenajeado no imagine y ver su cara de asombro y deleite al descubrirlo.
De hecho, esos cumpleaños en los que creemos que nadie recordó nuestro día especial y llegaremos a la soledad de casa solo para dormir hasta el siguiente, y por el contrario, encontramos a nuestros seres más queridos con torta y sonrisa dándonos la bienvenida en casa en una fiesta sorpresa, son, sin duda, los que más atesoramos en nuestra memoria.
Esto porque recibir una sorpresa, despierta una serie de emociones dentro de nosotros que electriza nuestras neuronas. Sigue leyendo y descubre que es lo que pasa en nuestro cerebro en estos momentos.
¿Qué le pasa a nuestro cerebro cuando recibimos una sorpresa?
Neurocientíficos de los laboratorios de Cold Spring Harbor en EEUU demostraron hace poco que el centro de operaciones de la sorpresa se encuentra en un grupo de neuronas colinérgicas del cerebro basal anterior cuyo papel es permanecer ojo avizor en todo momento, por lo que cuando algo inesperado acontece, lanzan mensajes químicos -acetilcolina- para informar a distintos enclaves de la corteza cerebral de lo que está ocurriendo, y de si esa sorpresa es una recompensa -como la fiesta- o un castigo. Así, cuanto más de improviso les coge lo que ocurre, más intensa es la actividad de estas neuronas.
Por supuesto, sabemos que no es lo mismo entrar a casa y encontrarse una fiesta, que entrar y sorprender a un ladrón en plena faena. Sin embargo, tanto las sorpresas malas como las malas, causan dicha respuesta: «Tanto los estímulos agradables como los adversos aumentan la excitación y la atención, y su intensidad ocurre cuando no los esperamos», explica el neurocientífico neoyorquino Daniel Salzman.
Con relación a esto, el neurocientífico, junto a sus colegas de la Universidad de Columbia, llevó a cabo hace unos años un estudio para identificar qué circuitos neuronales distinguen si la respuesta a la sorpresa debe ser dar saltos de alegría o salir corriendo. Y comprobaron que en la amígdala, la estructura con forma de almendra encargada de procesar las emociones, están claramente diferenciadas las neuronas que responden a las recompensas y las que responden a estímulos adversos. Dicho de otro modo, hay una especialización: las que se activan con la fiesta sorpresa no entran en acción cuando pillamos a un ladrón ‘in fraganti’ en casa, y viceversa. Así como sucede que la sorpresa nos resulta muy placentera cuando no es dañina.
Por otro lado, los científicos estadounidenses usaron un escáner de resonancia magnética y demostraron que el núcleo accumbens, el centro del placer del cerebro, responde con más intensidad a un estímulo cuando no lo esperamos. Eso implica que, siguiendo con el ejemplo del cumpleaños, nos causará más placer un regalo que nos hagan cualquier otro día que los obsequios de nuestro aniversario.
Y es que lo inesperado hace que la mollera se inunde de dopamina, tal y como afirma la revista ‘Journal of Neuroscience’. «Estamos diseñados para sentir atracción por lo inesperado», concluía Read Montague, coautor del estudio. Es decir, recibir una prenda de vestir el día de su cumpleaños es agradable, pero es algo anticipado. Mientras que, recibir de su jefe una nota escrita a mano felicitándote por tu buen trabajo un día cualquiera, te dejará casi en shock.
Las emociones detrás de una sorpresa
Una sorpresa (de las buenas) es como una colisión de dos emociones irresistibles y absolutamente fascinantes para el ser humano, según el principio de la Teoría Psicoevolutiva de las Emociones Básicas, desarrollado por el psicólogo y profesor emérito del Albert Einstein College of Medicine en Nueva York, Robert Plutchiks.
Dicha teoría identifica ocho emociones básicas en el ser humano: Alegría, Confianza, Miedo, Sorpresa, Tristeza, Aversión, Ira y Anticipación; y derivadas de estas emociones primarias hay una serie de combinaciones entre ellas, que generan extremos positivos o negativos, dependiendo de la intensidad.
Así, la combinación Alegría + Sorpresa es del tipo terciario, con una muy baja frecuencia de ocurrencia, razón por la cual es tan poderosa. La ecuación de las emociones básicas indica que Alegría + Sorpresa = Deleite.
Las sorpresas quedan grabadas en la memoria
El Dr. Wael Assad, PhD en Sistemas de Neurociencia de MIT afirma: “El aprendizaje sucede cuando encuentra algo sorprendente o inesperado”. Lo cual, a su vez, beneficia no solo a la medicina, al permitir restaurar funciones cerebrales después de daños neurológicos como un derrame u otra lesión cerebral, sino a las relaciones interpersonales en general, al estimular la recordación de experiencias positivas.
Sucede que cuando nos exponemos a una sorpresa, el cerebro reacciona de manera que seamos más propensos a recordarla en el futuro. Es decir, el que algo sea sorpresa fija la experiencia en nuestra memoria. Esto porque cuando algo nos sorprende, el cerebro segrega más dopamina y la transporta al hipocampo, el área “detectora” de novedad y responsable por la formación de la memoria.
Finalmente, ahora que sabes todo lo que despierta una sorpresa dentro de nuestro cuerpo, entenderás la importancia de mantener esta tradición viva. Recuerda que una sorpresa no es más que una pequeña alteración de la normalidad, un evento inesperado en un día que parecía completamente común, y por lo tanto no necesariamente requieren grandes inversiones. Incluso, podemos lograr el mismo efecto solo con un poco de creatividad.
Por ejemplo, si algún ser querido está por cumplir año, obtuvo un ascenso en el trabajo o está celebrando algún otro logro, puedes hacerle llegar un arreglo con flores, globos, sus chocolates favoritos, la creatividad no tiene limites con este tipo de regalos tan populares y lo mejor, que son muy económicos.